Adaptación al cambio climático.
(21/07/2011)
Existe un debate internacional en curso sobre cómo definir la adaptación al cambio climático, cómo debemos adaptarnos y qué tipo de actividades contribuyen a lograr una “adaptación” a largo plazo. La búsqueda de una definición clara de lo que significa exactamente la adaptación, está originada en parte por la necesidad de diferenciar la línea de base de los flujos financieros del desarrollo en relación con las nuevas y adicionales inversiones, y con los flujos financieros que serán necesarios para la adaptación. En realidad, no existe una perspectiva única, en la medida en que el concepto de adaptación es a menudo muy complejo de abordar. Sin embargo, a partir del aprendizaje generado por una variedad rica y plena de enfoques, se puede decir en general que para que la adaptación sea efectiva (es decir, reducir la vulnerabilidad ante la variabilidad y el cambio climático), tiene que definirse en el contexto del desarrollo sostenible. En consecuencia, y para complementar este primer boceto, la adaptación se podría definir como un proceso a largo plazo, integrado y continuo, encaminado a reducir la vulnerabilidad actual y futura al cambio climático, directamente vinculado con las actuales metas de reducción de la pobreza (por ejemplo, los Objetivos de Desarrollo del Milenio) y las estrategias de crecimiento con bajas emisiones de carbono. La definición anterior puede sugerir que el proceso de adaptación se enriquece a través de dos “vías” complementarias y paralelas. Cada vía está construida en función de un grupo específico de programas: la primera vía —integrada por el “grupo de programas de adaptación”— corresponde a aquellos programas que han sido generados para responder a los impactos específicos del cambio climático. La segunda vía —constituida por el “grupo de programas de desarrollo resistentes al clima”—, corresponde a los programas generados para satisfacer las necesidades inmediatas de desarrollo, incluyendo en su diseño a la resistencia climática. Ambas vías deben estar articuladas en función de la reducción de la vulnerabilidad actual y futura, asegurando al mismo tiempo la capacidad de contribuir al desarrollo económico y social de las sociedades. Ambas vías tienen la capacidad de generar información valiosa acerca de los costos y beneficios reales de las medidas de adaptación, y pueden ser utilizadas para apoyar la ampliación de las inversiones. Avanzando un poco más en detalle, en el primer grupo podríamos incluir, por ejemplo, los proyectos desarrollados para enfrentar la pérdida de almacenamiento de agua, la capacidad de regulación de los glaciares tropicales, o las inversiones necesarias para hacer frente al incremento del nivel del mar o para mitigar los crecientes riesgos climáticos, producto de una alta variabilidad de los peligros hidrometeorológicos y una brecha de desarrollo que exacerba los actuales niveles de vulnerabilidad climática. En términos muy generales, los proyectos de adaptación han sido diseñados en el pasado utilizando programas “pilotos” hechos a la medida, como prueba conceptual de ciertas medidas de adaptación, afectando la replicabilidad y escalabilidad lo cual es altamente dependiente del éxito demostrado por los pilotos. Según el Informe Stern, los costos de adaptación son exponenciales con respecto al tiempo, lo que sugeriría que una acción temprana de inversión en la adaptación, podría ahorrar recursos en el futuro. En este sentido, la segunda vía, que consiste en “proyectos de desarrollo resistentes al clima”, mezcla, dentro de sus componentes, las actividades específicas que pueden contribuir significativamente a aumentar la capacidad de adaptación y reducir la vulnerabilidad a la variabilidad y al cambio climático. Entre los ejemplos que se pueden mencionar figuran los siguientes: la infraestructura, que incluye en su diseño parámetros que dan cuenta de los cambios en las tendencias climáticas específicas, o los programas de inversión agrícola que promueven la diversificación económica y / o el factor de la tecnología específica para aumentar la productividad, sin comprometer los recursos naturales para el mundo del mañana, y promoviendo al mismo tiempo la diversificación. Fuente: Alfred Grunwaldt en BID. |